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921 m
684 m
0
4,4
8,7
17,48 km
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preto de Río, Galicia (España)
¡Esta ruta transcurre por lugares que parecen de cuento!
Para realizarla nos desplazamos hasta el ourensano municipio de San Xoán de Río al pie de cuya iglesia barroca dimos el pistoletazo de salida. A su vera, aun costado, un ahora seco lavadero y al otro un cruceiro.
En un plis-plas llegamos a Domecelle en donde visitamos La Capilla de San Antonio y nos llama la atención un, otrora, blanco palomar.
Pasamos Mouruás con La Capilla de Santiago y un curioso abrevadero a la salida y ya nos adentramos en un verdadero paraíso para los sentidos.
Castaños de formas curiosas salían a recibirnos. En sus hojas comenzaba ya a reflejarse la paleta multicolor del otoño mientras van desprendiendo suavemente su ropaje y su carga de ricas castañas.
Y resulta que por aquí también pasaron los romanos dejando vestigios varios como Los llamados Miliarios de Cerdeira que dan fe de la llamada Vía Romana XVIII o Vía Nova y que encontramos en un área de descanso en donde poder tomar un respirito junto a una fuente.
Continúa el caminante su paseo siempre entre soutos de castaños centenarios que parece quieren lanzarse a hablar de un momento a otro.
Y así, como quien no quiere la cosa, nos vemos delante del Embalse Das Guístolas que recoge las aguas del Río Navea. Camina el senderista con pasos tranquilos que van dejando tras él una sinfonía musical interpretada por sus pies sobre la mullida alfombra que cubre la senda. Senda que nos lleva con calma entre robles y castaños.
Y de repente la sensación de estar dentro de un cuento asalta al caminante. Nos encontramos en Ponte Navea, población por donde pasaba la ya mencionada Vía XVIII, que unía Astúrica con Bracara en tiempos del Imperio Romano.
Como veis por las fotos , ahora se encuentra abandonada, pero el paso del tiempo le proporciona ese no sé qué de encanto que la hace especial a los ojos ávidos de belleza del que por allí se acerca.
Por aquí discurren también las aguas del Navea que sorteamos gracias a la maravilla del puente sobre ellas. Es de un solo ojo apuntado datado en el medioevo pero se cree construido sobre uno anterior romano que se suponía incluso mayor para dar paso fácil a las legiones.
A su lado La Capilla de La Encarnación, quizás erigida sobre un templo romano, en cuyas paredes podéis contemplar La Cruz de Malta lo que hace pensar en un paso del Camino de Santiago ya que La Orden de Malta se ocupaba de proteger a los peregrinos.
Continúa el caminante y lo hace ahora por el empedrado suelo de La Calzada de la Vía XVIII, una de las últimas en ser construidas en La Hispania romana, a un lado de la cual podréis ver un miliario que lo acredita.
Piedra y susurro de hojas en el pisar, piedra y musgo en los muros verdosos que delimitan el camino. Entramados aéreos del otoño pintor preparando el lienzo para la majestuosidad de su obra cumbre.
Vamos ascendiendo paulatinamente, llaneamos por una ancha y despejada pista y arribamos ya a Pena Folenche llamada así por una gran piedra que constituye una magnífica atalaya sobre las cumbres de alrededor. Pues desde su mirador, en una visión de 360º podemos atisbar Pena Trevinca, Cabeza de Manzaneda...
Cuenta la leyenda que en su interior guarda secretos y tesoros de mouros y que desde ella saltó Santiago hasta Mouruás en donde su caballo dejó la huella en forma de herradura.
Y llega después otro gran momento de la ruta. El lugar en donde se encuentran “Os Sequeiros”. Edificaciones de piedra, ahora en desuso, que servían de vivienda a la gente que realizaba la recogida de la castaña y en cuya parte superior se almacenaba el fruto para su secado. Seguro que entre sus paredes se contaron mil y una leyendas y se cantaron mil y unn cantares. En un paraje en el que ahora moran los trasnos, las hadas y los duendes.
Tal es la sensación que nos invade caminando por La Fraga escoltados por estos ejemplares de troncos retorcidos y que están ahí, iluminados por la magia de la estación, enriqueciendo el camino, y salpicándolo de múltiples matices en un ambiente realmente embaucador.
De troncos majestuosos e inabarcables en un abrazo resguardan historias y echan a volar nuestra fantasía hacia tiempos remotos, hacia lugares en donde seres mágicos duermen en sus oquedades mientras nosotros caminamos.
Y en donde los amarillos, ocres, marrones, grises y verdes de hayas, robles, castaños y abedules, se erigen como protagonistas indiscutibles.
¡No lo dudéis! ¡En Otoño, y siempre, dejaos seducir por la belleza de estos rincones mágicos de nuestra Galicia!
Para realizarla nos desplazamos hasta el ourensano municipio de San Xoán de Río al pie de cuya iglesia barroca dimos el pistoletazo de salida. A su vera, aun costado, un ahora seco lavadero y al otro un cruceiro.
En un plis-plas llegamos a Domecelle en donde visitamos La Capilla de San Antonio y nos llama la atención un, otrora, blanco palomar.
Pasamos Mouruás con La Capilla de Santiago y un curioso abrevadero a la salida y ya nos adentramos en un verdadero paraíso para los sentidos.
Castaños de formas curiosas salían a recibirnos. En sus hojas comenzaba ya a reflejarse la paleta multicolor del otoño mientras van desprendiendo suavemente su ropaje y su carga de ricas castañas.
Y resulta que por aquí también pasaron los romanos dejando vestigios varios como Los llamados Miliarios de Cerdeira que dan fe de la llamada Vía Romana XVIII o Vía Nova y que encontramos en un área de descanso en donde poder tomar un respirito junto a una fuente.
Continúa el caminante su paseo siempre entre soutos de castaños centenarios que parece quieren lanzarse a hablar de un momento a otro.
Y así, como quien no quiere la cosa, nos vemos delante del Embalse Das Guístolas que recoge las aguas del Río Navea. Camina el senderista con pasos tranquilos que van dejando tras él una sinfonía musical interpretada por sus pies sobre la mullida alfombra que cubre la senda. Senda que nos lleva con calma entre robles y castaños.
Y de repente la sensación de estar dentro de un cuento asalta al caminante. Nos encontramos en Ponte Navea, población por donde pasaba la ya mencionada Vía XVIII, que unía Astúrica con Bracara en tiempos del Imperio Romano.
Como veis por las fotos , ahora se encuentra abandonada, pero el paso del tiempo le proporciona ese no sé qué de encanto que la hace especial a los ojos ávidos de belleza del que por allí se acerca.
Por aquí discurren también las aguas del Navea que sorteamos gracias a la maravilla del puente sobre ellas. Es de un solo ojo apuntado datado en el medioevo pero se cree construido sobre uno anterior romano que se suponía incluso mayor para dar paso fácil a las legiones.
A su lado La Capilla de La Encarnación, quizás erigida sobre un templo romano, en cuyas paredes podéis contemplar La Cruz de Malta lo que hace pensar en un paso del Camino de Santiago ya que La Orden de Malta se ocupaba de proteger a los peregrinos.
Continúa el caminante y lo hace ahora por el empedrado suelo de La Calzada de la Vía XVIII, una de las últimas en ser construidas en La Hispania romana, a un lado de la cual podréis ver un miliario que lo acredita.
Piedra y susurro de hojas en el pisar, piedra y musgo en los muros verdosos que delimitan el camino. Entramados aéreos del otoño pintor preparando el lienzo para la majestuosidad de su obra cumbre.
Vamos ascendiendo paulatinamente, llaneamos por una ancha y despejada pista y arribamos ya a Pena Folenche llamada así por una gran piedra que constituye una magnífica atalaya sobre las cumbres de alrededor. Pues desde su mirador, en una visión de 360º podemos atisbar Pena Trevinca, Cabeza de Manzaneda...
Cuenta la leyenda que en su interior guarda secretos y tesoros de mouros y que desde ella saltó Santiago hasta Mouruás en donde su caballo dejó la huella en forma de herradura.
Y llega después otro gran momento de la ruta. El lugar en donde se encuentran “Os Sequeiros”. Edificaciones de piedra, ahora en desuso, que servían de vivienda a la gente que realizaba la recogida de la castaña y en cuya parte superior se almacenaba el fruto para su secado. Seguro que entre sus paredes se contaron mil y una leyendas y se cantaron mil y unn cantares. En un paraje en el que ahora moran los trasnos, las hadas y los duendes.
Tal es la sensación que nos invade caminando por La Fraga escoltados por estos ejemplares de troncos retorcidos y que están ahí, iluminados por la magia de la estación, enriqueciendo el camino, y salpicándolo de múltiples matices en un ambiente realmente embaucador.
De troncos majestuosos e inabarcables en un abrazo resguardan historias y echan a volar nuestra fantasía hacia tiempos remotos, hacia lugares en donde seres mágicos duermen en sus oquedades mientras nosotros caminamos.
Y en donde los amarillos, ocres, marrones, grises y verdes de hayas, robles, castaños y abedules, se erigen como protagonistas indiscutibles.
¡No lo dudéis! ¡En Otoño, y siempre, dejaos seducir por la belleza de estos rincones mágicos de nuestra Galicia!
3 comentarios
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MCMOLEDO 14-nov-2017
Ver Más Detalles Y Fotos De La Ruta En Este Enlace Del Blog:
GRUPO DE ANDAINAS RÍAS BAIXAS
JMSobral 02-jul-2018
He realizado esta ruta ver detalle
Información
Fácil de seguir
Entorno
Moderado
Ruta muy bonita. Preciosas carballeiras y más...
Jaime Rojo 22-jun-2020
He realizado esta ruta ver detalle
Información
Fácil de seguir
Entorno
Moderado
Unha ruta preciosa moitas grazas por compartir